Voy a decirte algo: mi actitud tan primaria, tan simple, no es absurda, ni es tonta. Si quisiera, yo podría usar armas feroces: palabras afiladas, frases que destruyeran. Podría ser brillante y avasalladora. No, ya no me importa eso. He sufrido hondamente, he dejado partes de mí por el camino. He aprendido.