Es que... tal vez, él no quería que le diéramos el corazón; tal vez él quería solamente una sonrisa...
Y nosotras, exageradas como siempre, le dimos nuestro corazón.
Es muy posible que él buscara simplemente una oreja pequeña y bien formada para contarle sus penas, para darle algunas veces las palabras que exceden al recipiente...
Y nosotras, exageradas como siempre, le dimos nuestra vida.
Es posible que él buscara la suavidad de nuestra piel para sembrar en ella unos luceros que súbitamente le crecieron en la sangre...
Y nosotras, exageradas como siempre, le dimos nuestra sangre.
Quizá quería tener cerca nuestro silencio para poder pensar que estaba acompañado...
Y nosotras, exageradas como siempre, le dimos todos nuestros pensamientos.